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Con
unas simples gradillas, el artesano moldeará un adobe de líneas
irregulares, macizo y contundente, del que se valían los albañiles
para edificar casas con un material de alto poder aislante, y que servirá
para que otro artesano nos asombre con la construcción de un horno,
dispuesto para cocer el pan o hacer asados.
Al lado,
un tejero nos deleitará con las delicadas formas de una teja o
un ladrillo árabe. Mientras, el alfarero, con su torno tradicional
movido con un pie, nos hipnotizará sacando vasijas de diversas
formas de un trozo compacto de barro.
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En otro
taller, un enorme fuelle arrojará todo su aire sobre unas piedras
de carbón, que acabarán confundiéndose con el hierro
hasta su incandescencia; el herrero, entonces, con maestría y
precisión irá dando forma a una herradura o cincelando
los herrajes de carpintería.
Cerca,
un avezado artesano estará pisando el mecanismo de un torno enlazado
por un cinturón de cuero; con una mano sujetará un formón
e irá dando forma al balaustre de una escalera.
El silecioso trabajo de este artesano se verá acompañado
por el golpe rítmico de la maza y la martillina de un cantero
que, en su taller, irá desbastando una piedra caliza en la que
poco poco se intuirán las formas de un capitel románico
o del canecillo de un alero.
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